miércoles, 28 de noviembre de 2012

Hacia una economía con topes de recursos (AE-17)


La economía actual está construida de espaldas a los límites físicos que existen, que han condicionado la propia evolución de la especia humana. Los seres humanos somos radicalmente dependientes de la naturaleza e interdependientes entre nosotros. Tenemos una cultura que se ha desarrollado a partir del paradigma capitalista, el cual genera un sistema económico que necesita crecer de forma exponencial, sintiéndose más fuerte superando los llamados límites del planeta. 

El mundo está polarizado entre el hambre subjetiva de aquellos pueblos que nunca tienen bastante y el hambre objetiva de los que no tienen suficiente para vivir. Es lo que se denomina “tensión del orden global”. Los países enriquecidos consumen más de lo que permite su territorio; si se cerraran las fronteras de nuestro país, sin ir más lejos,  no podríamos abastecernos únicamente a partir de nuestros propios recursos, ya que dependemos absolutamente de material exterior a nuestro país.

La lógica del crecimiento ilimitado fomenta el individualismo en vez de la estrategia de ayuda mutua y cooperación que ha hecho desarrollarse a la especie humana. Estamos siguiendo una estrategia contraevolutiva, por tanto, es momento de repensar el modelo. Redimensionar el modelo económico dentro de los límites físicos del planeta pasa por el abandono de la necesidad de crecer.

Se llevó a cabo una breve descripción de las políticas ya existentes en materia de limitación de uso de recursos, en el Marco de la Resource Cap Coallition (RCC), mostrando las ventajas y los problemas de las políticas que promueven y determinan un tope en el uso de recursos. Los caudales ambientales, las cuotas de pesca, las zonas protegidas (Reserva y Parque Natural) y el Protocolo de Kioto fueron algunos de los temas señalados.

Por último, se describió la propuesta, a nivel europeo, de Ecologistas en Acción junto con RCC, para reducir el consumo de las energías no renovables, de forma paulatina pero drástica a la vez. La idea se focaliza en alcanzar una mayor eficiencia energética, así como una mayor concienciación por parte de la sociedad. El medio para conseguir estos fines es repartir unos derechos de emisión entre países, y dentro de éstos, empresas y ciudadanos. La contabilidad de estas emisiones se haría sobre la energía primaria consumida, respecto a energías fósiles. Habría un primer período de transición en el que cada vez que se superaran los derechos de emisión el precio de la energía crecería exponencialmente; con los excedentes generados se crearía un fondo de carácter energético, el cual iría destinado a promover la reconversión a otras energías más limpias y el mix energético. Asimismo, los agentes que se quedaran por debajo del consumo asignado tendrían una gratificación. 

A su vez, se irían reduciendo, de año en año, los derechos de consumo energético con justicia social, es decir, no han de ser iguales en todos los sectores (tendrían que reducir las emisiones en mayor medida las empresas que los ciudadanos). Una de las novedades fundamentales es que los derechos de consumo no serán intercambiables en el mercado, no existiría un mercado de emisiones como el actual. Otra característica es que los excedentes tampoco se acumularán, en el caso de no haber llegado al límite de emisión permitido no implicaría que se pueda emitir más en el siguiente período. Asimismo, el reparto de los derechos de consumo serán gratuitos. Por último, el sistema también se aplicaría al consumo de materiales, lo que penalizaría la obsolescencia programada y promovería la fabricación de productos más duraderos.



Zahara Pérez Arribas (Twitter: @ZaharaPerezArr) Correo: zape222@hotmail.com
Elena Jiménez del Río (elena.jdelrio@gmail.com)

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