España y Brasil no pueden ser más diferentes.
Brasil es un país abundante en recursos hídricos. Sobre su superficie de 8515 km2 hay una ocurrencia de aproximadamente 8160 km3 medios anuales de agua, aunque no están distribuidos homogéneamente por el territorio, dándose mayor abundancia en el Sur que en el Norte. La gestión de los recursos hídricos en base a una normativa empezó en 1934, pero no es hasta 1997 cuando surge la Ley de Aguas.
España sin embargo es una nación en la que el agua escasea. Por sus superficie, 17 veces menor que la de Brasil, con 499 Km2, discurren 80 veces menos recursos hídricos, 112 Km3 medio al año. Su distribución, también heterogénea, se concentra en la zona norte. La normativa del agua surgió en el año 1985, tras años de gestión del agua bajo el modelo del derecho romano ya implantado hace siglos.
En ambos países en agua es un bien público.
Sin embargo, y pese a sus diferencias, cada uno de ellos tiene mucho que aprender del otro. A Brasil le queda mucho camino por recorrer en cuanto a la gestión del servicio, donde debe hacer un gran esfuerzo para hacer llegar el agua a todo el mundo, así como la potabilización y el alcantarillado. España, con su experiencia de gestión puede ser un modelo a seguir en este aspecto.
En España, el problema sin embargo es la falta de concienciación ambiental necesaria para gestionar correctamente el recurso, haciendo una protección del dominio hidráulico público y una planificación hidrológica como ahora exige la Directiva Marco del Agua, implantada por la Unión Europea. En este aspecto, Brasil puede ayudar con sus nuevas e innovadoras ideas que le están haciendo avanzar en el sector de la concienciación ambiental.
Sin embargo, en lo que ambas están de acuerdo es en que para la gestión de los recursos hídricos la participación ciudadana es un factor muy importante, y por tanto la formación y concienciación tiene que ser mejorada.
María Antelo López
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