En apenas ocho generaciones, las poblaciones se han multiplicado por nueve, las tecnologías son cada vez más potentes y no están controladas con toda la racionalidad necesaria, lo que nos lleva a pensar que la humanidad no se encuentra en condiciones de asumir la enorme responsabilidad que tiene con la biosfera.
Es por ello que la demografía se considera el factor de cambio más importante. En la actualidad, la esperanza de vida al nacer va aumentando progresivamente, y es importante tener en cuenta que cuanto menor es el nivel de desarrollo de un país, mayor es su tendencia al crecimiento. Por ello, Ramón Tamames, catedrático Jean Monnet de la Unión Europea, afirma que “la mejor forma de controlar el crecimiento de la población es el desarrollo”, y además apunta que “esto nos permite hablar del “Antropoceno” como la última fase del Pleistoceno”.
Juan Carlos de Margarida, decano del Colegio de Economistas de Valladolid, comenta que “tanto a nivel nacional como internacional, si lo comparamos con una economía doméstica, estaríamos en banca rota”. En todo momento se ha creído que se podría hacer todo en “pro” de la civilización y se ha ido dejando a un lado la conciencia medioambiental. El actual sistema del bienestar es inviable desde su origen según Juan Carlos de Margarida, ya que no se puede sostener y además plantea que “es la sociedad quién tendría que tomar las riendas del problema, obligando a los estados a se creativos”. También propone una serie de negocios ecológicos que supondrían un factor de innovación a favor de lo ambiental, como por ejemplo las consultorías y asesorías ambientales, la gestión integral de los residuos sólidos, la educación ambiental, el eco-turismo y el biocomercio.
Por lo tanto, se puede considerar que “la creatividad, el emprendimiento y el negocio medioambiental son la solución a la crisis económica y a la crisis del medio ambiente”.
Laura Álvarez Ledo
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